Los super poderes del Autogas
¿Te imaginas conducir un coche que no solo cuida tu bolsillo, sino también el medio ambiente? Si aún no has oído hablar del Autogas, prepárate para sorprenderte. Este combustible alternativo está revolucionando…
El dióxido de carbono (CO2) es, en la actualidad, uno de los gases más contaminantes que existen. Se trata de un gas incoloro que procede dos tipos de fuentes: las naturales (respiración animal, erupciones volcánicas, incendios forestales, etc.) y las antropogénicas (quemas de residuos, procesos industriales, quema de combustibles fósiles, medios de transporte, etc.).
Son precisamente las fuentes antropogénicas de dióxido de carbono las que no han parado de crecer.
Hace 200 años, en los comienzos de la revolución industrial, la atmósfera terrestre tenía 250 partes de dióxido de carbono por millón (ppm). Las emisiones de CO2 no han parado de crecer y en 2019 se registraba un máximo histórico de 415,39 ppm.
En este artículo repasaremos la repercusión medioambiental de las emisiones de CO2 y te explicaremos por qué resulta indispensable reducirlas.
A pesar de que se encuentra presente en la atmósfera de manera natural, el dióxido de carbono es uno de los llamados gases de efecto invernadero. Estos gases son aquellos que contribuyen a formar una capa gaseosa en la atmósfera que impide la radiación del calor y, por tanto, deriva en un aumento de las temperaturas de la superficie planetaria.
Este calentamiento global tiene graves consecuencias para los seres vivos y para el medio ambiente debido a su influencia directa sobre los ciclos hídricos y las corrientes marinas. Así, el aumento de las temperaturas causado por los gases de efecto invernadero está generando olas de calor extremas, el derretimiento de los glaciares, el aumento del nivel del mar, inundaciones y lluvias torrenciales, la creación de nuevos desiertos, la destrucción de cultivos y la propagación de enfermedades.
Al conjunto de estos procesos y consecuencias se los conoce como cambio climático. Debido a su gravedad, en la actualidad existe todo un debate respecto a qué medidas tomar para frenarlo e incluso revertirlo, lo cual exige un esfuerzo colectivo de toda la comunidad internacional.
Conscientes de la gravedad del asunto, diversos países se comprometieron a adoptar medidas para reducir las emisiones de CO2. Así, un total de 180 países firmaron el 11 de diciembre de 1997 el denominado Protocolo de Kioto, integrado dentro de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. Sin embargo, para la puesta en funcionamiento de dicho protocolo resultaba imprescindible que este hubiese sido ratificado por, al menos, 55 de los estados cuyas emisiones representasen el 55% del total de las naciones desarrolladas. Finalmente, esto se consiguió el 16 de febrero de 2005, con el respaldo de Rusia.
Tras la firma del Protocolo de Kioto, la Unión Europea y sus estados miembro se comprometían a reducir en una primera fase (2008-2012) sus emisiones de C02 en un 8% respecto al año base (1990-1995). Este objetivo se fijaba de forma conjunta y resultaba en una serie de objetivos individuales para cada estado miembro. En el caso de España, el Gobierno se comprometía a no superar el 15% del nivel de emisiones del año base (1990-1995).
En la segunda fase del protocolo (2013-2020), la Unión Europea comunicaba su intención de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en un 20% con respecto al año base.
Pero… ¿qué tienen que hacer los países para reducir las emisiones de CO2?
Los gobiernos tienen que asumir, en primer lugar, la misión de concienciar a la ciudadanía sobre el impacto negativo de las emisiones de CO2. En segundo lugar, sería imprescindible implicarles en la causa para conseguir lograr las reducciones esperadas. Así pues, ciudadanos, entidades e industrias tendrán que reducir los procesos de combustión de CO2 habituales en su día a día.
A continuación mencionamos algunas de las prácticas que contribuyen a ligar este cometido:
Los niveles de emisiones de CO2 varían en función del tipo de combustible. Así, unas energías son más limpias y menos contaminantes que otras.
El mundo está pendiente de las emisiones de CO2. El calentamiento global y el cambio climático no son un problema del futuro, sino que sus consecuencias ya están teniendo lugar y urge tomar acciones.
Las emisiones de CO2 a la atmósfera alcanzaron sus máximos históricos en 2019, y ya lo habían hecho en 2018. Esta preocupante situación presenta un gran reto por delante que afecta a todos los países.
En noviembre de 2020 se celebrará en Glasgow la COP26, la próxima edición de la cumbre climática que abordará, entre otros asuntos, la regulación del mercado del carbono.
Por otro lado, el Consejo Europeo ya ha firmado un pacto que persigue el objetivo de emisiones cero de CO2 en 2050. Este histórico acuerdo convierte al continente que apuesta por la descarbonización completa. Un reto del que todos tendremos que tomar parte y que resulta imprescindible para garantizar la sostenibilidad del planeta.
Y tú, ¿cómo quieres afrontar el futuro?